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En busca del contrato perdido


Como un reguero de pólvora, y todavía en el letargo veraniego, la noticia corrió las redacciones españolas en los medios de comunicación de forma fulminante: la ministra de Empleo, Fátima Báñez, por fin había conseguido unificar los tipos de contrato en tan solo cinco modalidades desde las 41 que existían actualmente. 

Las reacciones no se hicieron esperar. Los que debían palmear la propuesta (patronal) lo hicieron, y los que debían criticar (sindicatos) también lo hicieron. Mientras, los medios de comunicación, encargados de explicar qué supone todo este cambio, si verdaderamente hay un avance en materia laboral, o no, simplemente se dedicaron a entrecomillar lo que dijo la ministra de Empleo, y poco más. 

Así, la cuestión del asunto, nada más lejos de la realidad, muestra un giro lampedusiano para quedarse en la misma posición en la que estábamos: una dualidad laboral entre trabajadores fijos e indefinidos a los que solo les separa los costes en su despido, y varias decenas de modalidades contractuales pese a que en apariencia la ministra diga que queda resumido en cinco. 

Hacer que se hace algo, para terminar no haciendo nada. Una vez entre en vigor esta propuesta de reducción de contratos, la falacia se hará visible. El empresario que “fiche” a una persona y quiera hacerle un contrato indefinido, puede que ya solo tenga a su disposición en todo el proceso burocrático un salto inicial de cinco modelos, pero la realidad será muy distinta. A la hora de ejecutar ese contrato tendrá que decidir si quiere que sea a través del contrato del "programa de fomento del empleo", del "indefinido", del "indefinido de apoyo a los emprendedores"... Y así hasta 41. Todas esas opciones, que dicen haber simplificado, seguirán encima de su mesa. 

Contrato único y merecido 
Ante esta aparente situación de cambio irreal, la única solución pasaría por ser muy tajantes y que solo hubiera una modalidad de contratación, esa en la que empresario y futuro empleado llegan a un acuerdo bilateralmente. Todo lo demás es una intoxicación política hacia el mundo empresarial. Además, donde uno puede ver protección al trabajador, otros pueden ver indefensión. 

¿Por qué un estudiante recién licenciado, si muestra su valía, tiene que firmar un contrato en prácticas? Si el Gobierno ofrece la posibilidad real de entrometerse en el libre mercado de trabajo, no deja que las capacidades de ciertas personas sean su arma negociadora. 

Lo mismo sucede con las famosas bonificaciones, elevadas a forma habitual de contratación debido a la crisis. Qué clase de locura es fomentar la contratación de ciertos colectivos en detrimento de otros por el simple hecho de generar empleabilidad, ¿dónde queda entonces el aumento de productividad si una empresa no contrata a las personas más cualificadas? 

Una vez más el Gobierno se entromete con la habilidosa forma de no contentar a nadie y aparentar que cada uno haga su trabajo, aunque por desgracia casi siempre tenga un resultado cuestionable. 

Por: Raúl Masa (@raulmasa)

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